La obesidad infantil es considerada actualmente una epidemia global y una crisis para la salud pública, tanto en países desarrollados como en desarrollo1,2, por su asociación con los factores de riesgo de enfermedades cardiovasculares3,4 y problemas en las articulaciones, desórdenes del sueño, cálculos a la vesícula y resistencia a la insulina, entre otros5.
Aunque en la etiología de la obesidad se reconoce la existencia de factores genéticos, metabólicos y ambientales, existe consenso en que las personas que consumen más calorías de las que gastan, acumulan depósitos de grasa1,2,6,7. Entre los factores que han contribuido a disminuir el gasto y aumentar la ingesta, se ha señalado la disminución de la actividad física, el tiempo que los niños destinan a ver televisión8-10, la publicidad de alimentos de alta densidad energética11 y el mayor tamaño de las porciones que han conducido a un mayor consumo de energía12.
En Chile, la prevalencia de sobrepeso y obesidad infantil muestra una tendencia creciente y un rápido aumento en los últimos años13. Entre los años 2001 y 2005, se han realizado diversos estudios que determinaron el estado nutricional, el consumo de alimentos y la frecuencia con la que realizaban actividad física escolares urbanos y rurales asistentes a escuelas públicas en seis regiones del país, los que han formado parte de la línea base de intervenciones de educación en nutrición y promoción de la salud14-17. En estos estudios se encontraron prevalencias de sobrepeso cercanas a 20% y de obesidad entre 13% y 20% en niñas entre 8 y 13 años, sin diferencias significativas por región o sector urbano o rural18. Un estudio realizado en Santiago el año 2004, tampoco encontró diferencias significativas entre escolares de nivel socioeconómico (NSE) medio y bajo19.
En la última década, distintas investigaciones han coincidido en observar una insuficiente ingesta de lácteos, verduras y frutas, y un elevado consumo de alimentos de alta densidad energética y de bebidas con azúcar en todos los grupos de escolares estudiados14,17,21. En niños de NSE medio, se observó una ingesta significativamente mayor de lácteos y menor de pan que en los de NSE bajo19.
Los estudios nacionales concuerdan en destacar la falta de actividad física y el considerable número de horas frente al televisor en los escolares de NSE bajo, así como su preferencia por los alimentos de alta densidad energética y bebidas publicitados en la televisión14,22,23.
El objetivo del presente estudio fue comparar el estado nutricional, el consumo de alimentos seleccionados y los hábitos de actividad física en escolares mujeres de NSE medio alto (información no disponible en el país), con los de escolares del mismo sexo pertenecientes al NSE bajo e identificar elementos que permitan diseñar estrategias educativas y de promoción en alimentación, nutrición y actividad física que resulten efectivas al ser aplicadas en los distintos grupos de escolares del país.
MATERIAL Y MÉTODO
Se trata de un estudio de corte transversal, en el que se determinó el estado nutricional, el consumo de algunos alimentos seleccionados y la actividad física en escolares mujeres de distinto NSE de la Región Metropolitana.
La muestra estuvo constituida por 204 niñas de 3º a 8º año básico de un colegio privado de NSE medio alto y 358 niñas de NSE bajo asistentes a tres escuelas públicas de la Región Metropolitana. Como se realizó en un estudio previo14, se seleccionó aleatoriamente un curso por nivel y se incluyó en la muestra a todas las niñas de los cursos seleccionados. El NSE al que pertenecían las niñas fue determinado con los antecedentes disponibles en los establecimientos. Los datos fueron analizados según grupos de edad: 8-9; 10-11 y 12-13 años.
Estado nutricional. Para evaluar el estado nutricional se comparó el índice de masa corporal (IMC) de cada niña según edad (en meses) con las tablas de CDC/NCHS18, utilizando los puntos de corte actualmente aceptados por el Ministerio de Salud24 para evaluar el estado nutricional del menor de 18 años: bajo peso IMC percentil
Consumo de alimentos. Para estimar el consumo de alimentos, nutricionistas entrenadas aplicaron a cada niña una encuesta de frecuencia de consumo cuantificada (EFCC) validada en un estudio previo14. La aplicación de la encuesta tomó 25 a 30 min por niña. El consumo diario de algunos alimentos seleccionados (leche, yogur, verduras, frutas, pan; alimentos de alta densidad energética: papas fritas, chocolates, galletas dulces y saladas; bebidas con y sin azúcar) se calculó tomando como base el consumo semanal. Este tipo de encuesta ha sido recomendada como el mejor método para evaluar el consumo de alimentos que presentan una gran variabilidad día a día, porque no altera la conducta respecto a la ingesta de alimentos25,26 y porque es apropiada para orientar los programas de educación en nutrición27. Para los fines de este estudio, los alimentos de alta densidad energética citados serán denominados snacks22,23. Considerando que el consumo de alimentos no tuvo una distribución normal, en la presentación de los resultados se utilizó la distribución percentilar.
Para obtener información confiable sobre la cantidad de alimentos consumidos por las niñas, las encuestadoras utilizaron un libro con imágenes de distintas porciones de alimentos28, cuya transformación a gramos fue previamente validada con escolares chilenos14. En el caso de los alimentos envasados, las encuestadoras consultaron por la marca del producto y obtuvieron la cantidad directamente del envase.
Hábitos de actividad física. Para estimar los hábitos de actividad física, se consultó a las niñas por el tiempo que veían televisión (TV) y la frecuencia con la que realizaban actividad física durante los días de colegio, al interior del mismo, en horario extracurricular o fuera del colegio, utilizando una encuesta validada en un estudio previo14. Cabe señalar que el colegio al que asistían las niñas de NSE medio alto tiene una completa infraestructura para las actividades deportivas, y ofrece a las alumnas actividades deportivas a su elección fuera de la jornada de clases, bajo la conducción de profesores especializados. El tiempo destinado a ver TV se consultó a través del número de programas vistos diariamente, como se ha hecho en estudios anteriores22,23.
Análisis estadístico. Para cada uno de los grupos de edad y NSE considerados en el estudio se calculó la distribución percentilar del consumo en gramos por día (g/día) para los alimentos seleccionados. Las comparaciones del consumo por grupos de edad se realizaron con el test no paramétrico de Kruskal-Wallis29. La comparación del consumo de alimentos de las niñas según NSE, se realizó con el test no paramétrico de Mann-Whitney. Para determinar diferencias entre el estado nutricional, horas de TV y actividad física con respecto a los grupos de edad y NSE, se utilizó el test de Chi-cuadrado o el test exacto de Fisher. El análisis estadístico de los datos se realizó en la Unidad de Estadística del INTA usando los programas Stata 8.230 y SAS versión 8.231.
RESULTADOS
En el grupo de 8-9 años, se observó una mayor prevalencia de sobrepeso (33,8% vs 16,9%) y menor de obesidad (8,5% vs 18,6%) en las niñas de NSE medio alto con respecto a las de NSE bajo (p =0,012). En el grupo de 10-11 años no se observaron diferencias significativas (p =0,44); el grupo de 12-13 años de NSE medio alto mostró una menor prevalencia de sobrepeso (16,2% vs 25,9%) y obesidad (2,5% vs 12%), que el grupo de NSE bajo (p =0,008).
Con respecto al tiempo destinado a mirar televisión , se observó que existe una asociación entre el NSE y las horas de TV en los tres grupos de edad (p0,05). En ambos grupos, se observó que las niñas más activas eran las de 8-9 años (45% realizaba actividad física 4 o más veces por semana), y las de 12-13 años las más inactivas (14,8% y 19,2% de las niñas de NSE medio alto y bajo nunca realizaban actividad física, respectivamente).
DISCUSIÓN
Al comparar el estado nutricional de las escolares según NSE, se observó una menor prevalencia de obesidad en las niñas de NSE medio alto en todos los grupos de edad, siendo más marcada en las niñas de 12-13 años. Al respecto, Burrows y cols32 han señalado que las menores proporciones de obesidad en el período de la pubertad podrían deberse a que el punto de corte del indicador IMC de la referencia CDC/NCHS18 en la que se basó la norma chilena24, exige demasiado peso para ser clasificado como obeso, exigencia que es mayor para las niñas. Sin embargo, ambos grupos fueron evaluados con el mismo criterio, lo que no explicaría la gran diferencia observada. En estudios realizados en Estados Unidos de Norteamérica, se ha postulado la relación entre la prevalencia de obesidad y la existencia de factores socioeconómicos y culturales que afectan la autoimagen y el control del peso, los que a su vez podrían afectar la información sobre la ingesta de alimentos y la actividad física33-35.
Al analizar el consumo de lácteos, se observó que las niñas de NSE medio alto presentaron un consumo cercano a 80% de lo recomendado en las Guías Alimentarias chilenas36, semejante a lo observado en Estados Unidos de Norteamérica37,38, en cambio en las niñas de NSE bajo, el consumo alcanzó sólo a 50% de lo recomendado en las de 8-9 años, y a 37% después de esa edad, similar a lo observado en otros estudios nacionales14,17,21.
En verduras y frutas, el consumo en ambos grupos fue semejante, y al igual que en estudios previos14,19, alcanzó aproximadamente a 50% de lo recomendado36. Esta situación coincide con lo observado en otros países37,39 y ha motivado la creación de programas específicos para promover un aumento en el consumo de estos alimentos40.
Llamó la atención el bajo consumo de pan en las niñas de NSE medio alto, significativamente menor que en las de NSE bajo. La explicación para el bajo consumo expresada por las niñas de NSE medio alto fue «mi mamá no quiere que coma más para que no engorde». Esta respuesta fue entregada también en forma espontánea para diversos snacks. Si bien el consumo promedio de éstos también fue significativamente inferior al encontrado en las niñas de NSE bajo, sigue representando un aporte importante a la ingesta energética total. El consumo de bebidas gaseosas fue semejante al encontrado en el grupo de menor NSE, excepto a los 12-13 años, cuyo consumo fue menor en las niñas de NSE medio alto. La influencia de las madres sobre la ingesta de alimentos y el control del peso en los niños es actualmente objeto de estudio y controversia, pero se ha postulado que podría estar relacionada con factores socioeconómicos y diferencias raciales, que cambian la percepción de la autoimagen y el menor o mayor rechazo al sobrepeso y la obesidad34,35,40,41.
La proporción de niñas que miraban 3 o más horas diarias de TV durante los días de colegio, fue muy superior en las mayores de 10 años que en las menores de esa edad y mayor en las NSE medio alto (48% y 41% en las niñas de NSE medio alto de 10-11 y 12-13 años versus 27% y 38% en las de NSE bajo, respectivamente). Esto representa un mayor número de horas frente al televisor que la observada en estudios anteriores14,22,23. Se ha señalado que los niños que pasan más de dos horas diarias frente al televisor son más sedentarios y tienen un mayor riesgo de obesidad43. En este contexto, la OMS recomienda a los gobiernos fomentar la actividad física y regular la publicidad de alimentos y bebidas, con el fin de crear un ambiente más favorable a la adquisición de hábitos alimentarios apropiados en los niños44.
Si bien la proporción de niñas que señaló no realizar actividad física fue mayor en las de NSE bajo, y que entre las que realizaban actividad física 4 o más veces por semana el porcentaje fue mayor en las de 8-9 años (45%) que en las de 12-13 años (35%), las diferencias no fueron significativas. La falta de actividad física es considerada actualmente un factor de riesgo independiente de enfermedades cardiovasculares y las recomendaciones indican que el tiempo destinado a las actividades moderadas e intensas debería ser de al menos 60 min diarios en los niños3,45.
Los resultados de este estudio muestran que las niñas de ambos niveles NSE requieren intervenciones educativas orientadas a mejorar su alimentación y aumentar la actividad física para alcanzar un mejor estado nutricional. En el país existen propuestas validadas en educación en nutrición y actividad física15,46, que están disponibles para ser implementadas a nivel nacional. Sin embargo, se reconoce que las intervenciones educativas por sí solas no lograrán los cambios requeridos si los escolares no cuentan con ambientes apropiados y el apoyo necesario para llevar a la práctica las conductas saludables en el hogar, la escuela y la comunidad.
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